viernes, 10 de mayo de 2013

Final de partida.

Final de partida, de Samuel Beckett, en Buenos Aires.
Teatro General San Martín.
 
Función presenciada el 09/05 de 2013.
 
Ficha técnica.
Actúan: Alfredo Alcón, Graciela Araujo, Roberto Castro y Joaquín Furriel.
Dirige: Alfredo Alcón.
 
Una obra de Samuel Beckett en la cual, según se dice, el autor exacerba las ideas de su poética ya identificadas -por la critica especializada- en Esperando a Godot (1953). Desde el tema de la imposibilidad de significar hasta la superposición de monólogos, lo cual genera incomunicación, se encuentran presentes en la segunda pieza teatral considerada importante en la producción del irlandés.
Final de partida, escrita en originalmente en francés en 1957 y traducida al inglés por el propio autor, es una obra gris. Ni blanco ni negro, sino, en el tono intermedio: mezclando, como señala el texto, negro con blanco, uniendo opuestos, generando un entrepiso entre el infierno que todos conocemos y el paraíso, accesible a unos pocos: un purgatorio. Metáfora dantesca para representar al hombre en la indeterminación de las referencias, los puntos tanto temporales como cardinales, lo cual daría como resultado una única posibilidad cronotópica: un aquí y ahora que no puede ser más que el presente.
Sorpresivamente para mí (lo digo porque hace años veo puestas de Beckett y, si están bien hechas, siempre me pasa lo mismo), el color gris no opaca a la gente. En todo caso, esa percepción de la obra otorga luz sobre el receptor: el espectador forma parte del teatro en el que las convenciones se resignifican: ¿quién es el actor? ¿cuál es el escenario? Pero, más importante ¿qué es el público? Sujeto, "esto" y muchedumbre. La tercera, así, indiscernible; así, no singularizable desde la enunciación pero, sin embargo, particularmente reconocible en cada interpretación. Cada lector de Beckett y, por extensión, cada espectador, lo entiende de manera diferente. Aquí, en Argentina, es magnífica la recepción que tiene el autor más aclamado del llamado teatro del absurdo. Cada vez es más trabajado, cada vez, más teatristas quieren ser Beckett y los espectadores somos, progresivamente, más beckettianos. Sorpresivamente para mí, el público no paraba de reírse... ¿de qué? Evidentemente, de la desgracia.
Buenos actores en un trabajo meritorio, en una producción muy cuidada: cuidada, al estilo beckettiano, es decir, desprolija pero perfecta.
Imposible mentir en la obra de Beckett.
O sale bien, o no existe.
                                         Alcón y Furriel en Hamm y Clov.                                          

 

2 comentarios:

  1. Hola Vanesa:
    te cuento, fui a verla...la gente se ríe porque no entiende nada, la risa que por lo general exhibe (sí, exhibe) es de la comedia..., la angustia produce esa sonrisa ligada a la mueca... El público le alegraba verse morir por lo visto...
    Por otra parte, algo que caracteriza al teatro de acá...la necesidad de ser condescendientes con el público...algo que en Beckett no aparece ni remotamente...Hamm (el de Alcón) le habla al público!!!! eso es una lectura errónea del texto, está solo, no hay nadie con quien hablar, por eso necesita la presencia de su padre en el momento de contar su historia...Dirigirse al público es no contemplar el ensimismamiento del personaje...
    El caso de Clov...bueno, con muchos altibajos, pero sobre todo: ¡dobla las rodillas!!!!! jaja.
    Nagg: brillante!!!
    El lunes la seguimos
    un beso
    Lucas

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  2. Lucas, muchas gracias por el comentario.
    Es cierto: cada director se apropia de Beckett y lo hace "a su modo"... tampoco creo que sea lo más acertado aunque, en ocasiones, sí parece "efectivo".
    ¡Tus palabras, las mejores! Me despejan todas las dudas.
    ¡Gracias!
    Nos vemos.
    Un beso.
    V.

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