sábado, 29 de diciembre de 2012

Año nuevo

Un año más se está despidiendo de nosotrxs. No sirve hacer un balance de fin de año si acaso creemos que "pudo habernos ido mejor". Más divertido es disponerse a recibir el nuevo año con las expectativas intactas, con las ilusiones despiertas y los sueños inalterados. Cierto, el año pasado anhelamos lo que durante el corriente no sucedió... ¿no? Al menos, podría haber asomado lo que exactamente queríamos. Repito, queríamos algo. Queríamos EXACTAMENTE eso. En su lugar, llegó X y no nos satisfizo. ¿No podemos ser un poco más aventureros?
En un último examen universitario trabajé la noción de aventura en uno de los poetas románticos ingleses de mi mayor interés: William Wordsworth. Surgieron algunas observaciones cuando me preguntaron dónde, exactamente, encontraba la aventura revolucionaria en The prelude.
Simmel era un autor adecuado para argumentar mi hipótesis y, de hecho, es el autor que tomé para destacar que la aventura aparece en el momento en que se estabece una ruptura en el hilo de los sucesos de un protagonista, en el momento en que se presenta un corte con los círculos de lo habitual. Sagazmente, una persona me desafió a intentar una definición personal en torno al término aventura.
Aquí va:
Adventure: parece ser que en inglés encontráramos el aspecto prospectivo en la misma prefijación, cosa que no sucede en el español. Asimismo, la aventura se reconoce en la propia incertidumbre de la partida a lo desconocido. La aventura tiene su fundamento en la cuota de peligrosidad adosada al episodio que se está por vivir y (algo que dije en el examen -y estaba bien-) se relaciona con la Bildungsroman o novela de aprendizaje. Célebres aventuras pueden encontrarse en los episodios de La Odisea, por ejemplo y en los hipertextos que ha generado: Las aventuras de Telémaco, por mencionar un caso, en las cuales el aprendizaje del protagonista va de la mano de la experiencia. La aventura es el momento en que el héroe decide emprender el desafío de enfrentar el destino/ azar sin saber cuál será el resultado, sin saber cómo se licuará la salida, que, por cierto, toda aventura presupone.
Tras esta breve reflexión, puedo mencionar que, en el examen, debería haberme jugado por señalar al momento wordsworthiano del suicidio en The prelude como el más proclive a ser clasificado bajo el término aventura, más aún, aventura revolucionaria. Lo reconozco como un suicidio que permite la reflexión "bonaugurante" del poeta según la cual "Todo nace por segunda vez".
Eso, queridxs lectores, les deseo para el nuevo año que asoma.