martes, 21 de mayo de 2013

Ejercicio para actriz*

Lo esperé. Mierda que lo esperé.
Hasta que un día, me di cuenta que no iba a llegar o me harté, lo cual es lo mismo. Y empecé a caminar… y caminé.
No sabía hacia dónde iban mis pasos, pero recorrí un poco los barrios de otras épocas.
Fui por Escalada y dije, “Wow, mirá la casa de Pochi, tan grande que me parecía de chica y ahora la veo tan menor, tan ínfima. ¿Qué será de Pochi?”. Bueno, sí, todo eso dije y fui a golpearle la puerta… (pausa) Para mi sorpresa, Pochi ya no vivía más en esa casa. Se había mudado, me dijo una señora gorda, que limpiaba la vereda como si fuera una fuente aceitada… con la misma intensidad y tenacidad. “¿Cómo que Pochi no vive más acá? ¿Y la parra de quién es?” Pochi siempre fue una aficionada a las plantas y a las historias bajo la parra, sobre todo esas historias supersticiosas que producen misterio… esas que se cuentan a fin de año o en festividades religiosas… “La parra ahora es mía”, dijo la vieja. “Yo la podo cada dos meses y extraigo las uvas maduras siempre que sea necesario, para hacer vino patero. ¿Querés probar vino patero de la casa?”  y acepté (toma vino). Honestamente, uno de los mejores vinos que probé en mi vida. Tan consistente, tan borgoña furioso que mis labios inmediatamente recordaron los villancicos bajo la parra: “Il y a longtemps que je t’aime jamais je ne t’oublirai”. Ah, porque a Pochi le gustaba el Francés… todas las historias que contaba y las canciones, las contaba y cantaba en francés. Tenía una facilidad para transmitir las cosas, aunque fueran en otro idioma… se hacía entender perfectamente. Obviamente, sólo ella podía contar como contaba (bebe otro sorbo, disfruta) Ah… este vino. Y yo ni siquiera sé cómo se llama la actual dueña de la casa. Ahora volvió a limpiar la vereda. Creo que esta debe ser una de las pocas casas con vereda del barrio… ¿vivirá sola? Y descubrí que eso no tenía por qué importarme. En todo caso, yo estaba allí para recordar mi pasado… para volver el tiempo atrás y reencontrarme con mi esencia, mi verdadera yo, la de siempre… como no sabía muy bien qué hacer en la casa de Pochi sin Pochi, seguí caminando. Y caminé.
Cuando, sin haberme dado cuenta antes, estaba frente al colegio. Ah… casi muero cuando contemplé el colegio. ¿Cerrado? ¿Completamente cerrado? ¿Qué hay en su lugar ahora? Un edificio vacío, con ramas y yuyos crecidos, paredes despintadas o escritas con aerosol, rejas abiertas, rotas, en señal de intentos de vandalismo… sí, porque cuando cerró, resultó ser tan repentino que hasta las máquinas de la sala de computación quedaron dentro y, como siempre sucede en estos casos, (irónica) alguno se “aviva” y las roba, la revende, se hace unos pesos, se compra un televisor nuevo, ¿no? (se sienta en un escalón de la puerta de entrada al colegio y escribe el piso con una piedrita, ríe y borra) No, no, jajaj, esto sí es volver el tiempo atrás “¿Gastón y Lali?”, nunca volví a ver a ese pibe… y me encantaba… ¡los chocolates! Los chocolates con el poema… ¡por favor! Confieso que no siempre lo entregaba… a veces, con mis amigas, nos comíamos los chocolates y pensábamos a quién le íbamos a dedicar el mensaje que contenían… no sé si había dos o tres destinatarios pero seguro que el mío era el mismo que el de mi amiga. Claro que sí, nos gustaba la misma persona y lo que era mejor, no competíamos (ríe y casi llora). (Pausa) Ahora nos sacamos los ojos por el chico que nos gusta. La primera que lo ve, tiene derecho sobre las demás y si no, traición o antiley. Y las maestras… sí, la maestra de primero, la primera señorita del colegio… ¡qué amor! O los retos… no sólo los de primaria sino los de la adolescencia… ¡fumar en el baño! ¿Es todavía una travesura o hay cosas más desafiantes en la actualidad? Nosotros, fumábamos en todos lados: en el baño, en el aula durante el recreo… jaja, como si no pudiera percibirse el olor a humo… como si los directivos no lo notaran… a veces, una tiende a subestimar al otro y, en su defecto, se encuentra con sanciones de tipo “pierden los recreos durante una semana”, ¡lo cual era una tragedia! ¡pero tragedia en serio! O directamente, te privaban de la clase que te interesaba: esa era una medida disciplinaria muy progre… posta… pasa que éramos pibes estudiosos… pero atorrantes. Nos mandábamos una y nos sacaban la materia que nos daba vuelta la cabeza… genial. En verdad era una pena porque nos quitaba la posibilidad de lucirnos en nuestra disciplina, por lo tanto, una no podía exhibir sus cualidades para las ciencias naturales, por ejemplo, ¡Qué inocentes! ¡No estoy diciendo política, que es realmente provocativa, sino biología! Tratarnos de tontas… sobrarnos… humillarnos… créanme, no hay nada peor.
Pero ya sé lo que es perder… y no me interesa hablar de eso… sólo quiero reencontrarme conmigo misma… sí… y como el colegio estaba tan vacío y me traía a la mente sólo momentos de grupo, seguí caminando por el pasado y…
La casa de él.
Pero…
Ah… ya entiendo… mejor así. Lejos, en el tiempo (tira arena sobre los pasos caminados y avanza, hacia adelante).


*Entrada que debía publicarse el viernes 17/05. Sabrán disculpar.

viernes, 10 de mayo de 2013

Final de partida.

Final de partida, de Samuel Beckett, en Buenos Aires.
Teatro General San Martín.
 
Función presenciada el 09/05 de 2013.
 
Ficha técnica.
Actúan: Alfredo Alcón, Graciela Araujo, Roberto Castro y Joaquín Furriel.
Dirige: Alfredo Alcón.
 
Una obra de Samuel Beckett en la cual, según se dice, el autor exacerba las ideas de su poética ya identificadas -por la critica especializada- en Esperando a Godot (1953). Desde el tema de la imposibilidad de significar hasta la superposición de monólogos, lo cual genera incomunicación, se encuentran presentes en la segunda pieza teatral considerada importante en la producción del irlandés.
Final de partida, escrita en originalmente en francés en 1957 y traducida al inglés por el propio autor, es una obra gris. Ni blanco ni negro, sino, en el tono intermedio: mezclando, como señala el texto, negro con blanco, uniendo opuestos, generando un entrepiso entre el infierno que todos conocemos y el paraíso, accesible a unos pocos: un purgatorio. Metáfora dantesca para representar al hombre en la indeterminación de las referencias, los puntos tanto temporales como cardinales, lo cual daría como resultado una única posibilidad cronotópica: un aquí y ahora que no puede ser más que el presente.
Sorpresivamente para mí (lo digo porque hace años veo puestas de Beckett y, si están bien hechas, siempre me pasa lo mismo), el color gris no opaca a la gente. En todo caso, esa percepción de la obra otorga luz sobre el receptor: el espectador forma parte del teatro en el que las convenciones se resignifican: ¿quién es el actor? ¿cuál es el escenario? Pero, más importante ¿qué es el público? Sujeto, "esto" y muchedumbre. La tercera, así, indiscernible; así, no singularizable desde la enunciación pero, sin embargo, particularmente reconocible en cada interpretación. Cada lector de Beckett y, por extensión, cada espectador, lo entiende de manera diferente. Aquí, en Argentina, es magnífica la recepción que tiene el autor más aclamado del llamado teatro del absurdo. Cada vez es más trabajado, cada vez, más teatristas quieren ser Beckett y los espectadores somos, progresivamente, más beckettianos. Sorpresivamente para mí, el público no paraba de reírse... ¿de qué? Evidentemente, de la desgracia.
Buenos actores en un trabajo meritorio, en una producción muy cuidada: cuidada, al estilo beckettiano, es decir, desprolija pero perfecta.
Imposible mentir en la obra de Beckett.
O sale bien, o no existe.
                                         Alcón y Furriel en Hamm y Clov.                                          

 

viernes, 3 de mayo de 2013

Don Tomás, tango.

Mañana será el primer día, desde que comencé tango, en que faltaré a la clase. Eso se debe a que iremos con mi profesora y compañeras de Francés a la Feria del Libro. Ambas cosas me interesan mucho y me agradan, pero, lógicamente, no podía hacerme presente en ambos sitios. Por lo tanto, como faltaré mañana a mi clase arrabalera, comparto un tango que constantemente resuena en mi repertorio mental y se lo dedico a mi abuelo Tomás, quien estaría orgulloso de verme bailar.


                                 Por una cabeza, letra de Le Pera y voz de Gardel.

¿Y ustedes tienen algún tango favorito?

miércoles, 1 de mayo de 2013

Rueda, corazón.

Bueno, esta entrada será un poco melancólica y romántica a la vez. Disculpas.
El asunto es que tengo palabras que deben ser dichas y leídas; deben llegar a un destinatario por la sencilla razón que no las he podido pronunciar y, como todos saben, es feo quedarse con la palabra en la boca. Deja un sabor amargo.
Resulta que no ando con buena suerte en el amor... viene marchando muy bien mi vida en los aspectos académico y laboral pero de amor, más bien mal, mejor dicho: definitivamente mal (podría escribir esto en un diario íntimo y que nadie lo lea, es cierto; de hecho, es lo que suelo hacer con este tipo de textos. Sin embargo, algo me movía a concretar una fehaciente comunicación: emisión y recepción. Pido, nuevamente, disculpas públicas).
¿Qué pasa? Estoy obsesionada con un chico. Sí, eso es grave, pero peor es enterarse que ahora tiene novia. Un garrón total. No es una gran tragedia porque, de última, hoy puede estar de novio, mañana no... el tema es que las distancias entre él y yo complicaron, en su momento, la continuidad de nuestra relación, además de una serie de situaciones nefastas que vivimos y... sí, en este momento en que lo pienso, estábamos destinados a fracasar. Ahora, él seguramente esté de novio con una vecina o alguien que viva más cerca. Tampoco es que estuviéramos taaaan lejos, pero bueno, él no demostró tener mucha voluntad para sortear las distancias, cosa que me hubiera fascinado. Pero como el amor es más intenso cuando es no correspondido (¿será no correspondido?) yo creo que sufro como una condenada. Ay... esta cabeza mía y sus obsesiones. A veces no entiende que las cosas están yendo por el camino incorrecto. A veces es soberanamente terca y obstinada, incluso en las relaciones amorosas. Quizás sea tiempo de pedirle consejos al corazón, de escuchar estos latidos que palpitan y que, a modo de amor propio, me dicen "Tranquila, linda Vane... Habrá otro. Otro vendrá, otro encontrarás".