viernes, 18 de enero de 2013

Casa rodante

"The home that one leaves is not the same as that to which one returns".
Georges Van Den Abbeele. Travel as metaphor. From Montaigne to Rousseau.
 
Suele considerarse que el viaje es crecimiento. En ocasiones, se escatiman los eufemismos para señalar que, cuando volvemos, somos otros. ¿Es posible ser uno al partir y otro al volver? ¿Es posible establecer el instante o momento del cambio, en términos de Joyce, la gran epifanía?
A menudo me encuentro desafiando la ley de la inmutabilidad espiritual y me propongo cambios. Viajes a sitios exóticos, (leves)exposiciones a lo que, en una ráfaga de verano, llamo la Naturaleza toda. Es el caso de, por ejemplo, campamentos agrestes en algún lugar del sur argentino, escaladas a cimas de cerros andinos altísimos en el mundo del Tahuantinsuyo o nados solitarios en ríos litorales. Sí, tengo algo de la "actitud Alexander Supertramp" -saben que me refiero a la experiencia, luego convertida en film por el director Sean Penn, del joven estadounidense Christopher MacCandless, quien se deslizó hacia las rutas salvajes de América del Norte.
Bueno, el caso es que estos últimos quince días, tuve la oportunidad de habitar una casa rodante. Cierto es que varias comodidades estaban dadas, puesto que dicha casa cuenta con baño eléctrico, aire acondicionado, heladera y microhondas. Sin embargo, el placer estaba en alejarse, es decir que, en lugar de utilizar la ducha y baño propios, nos dirigíamos a los del camping; en lugar de utilizar la batería de electrodomésticos del alegre y cómodo cubículo, tomábamos sombra bajo los árboles, comíamos al natural y armábamos un fuego para las comidas. Repito: el disfrute residía en complicar un poco las cosas, en tener que caminar para abastecerse, trabajar para poner en orden el espacio de hospedaje, organizarse para hacer difícil la insuficiente típica vida de vacaciones playeras.
Podría decir que la casa que uno deja -el oikos, lugar de residencia fija- es aquella a la que uno no quiere volver. Vivir en una casa rodante evidencia el propio uso del participio activo, que, entre otras cuestiones, destaca la no conclusión de la acción, esto es, el progreso indefinido.

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