Lo esperé. Mierda que
lo esperé.
Hasta que un día, me di
cuenta que no iba a llegar o me harté, lo cual es lo mismo. Y empecé a caminar…
y caminé.
No sabía hacia dónde
iban mis pasos, pero recorrí un poco los barrios de otras épocas.
Fui por Escalada y
dije, “Wow, mirá la casa de Pochi, tan grande que me parecía de chica y ahora
la veo tan menor, tan ínfima. ¿Qué será de Pochi?”. Bueno, sí, todo eso dije y
fui a golpearle la puerta… (pausa)
Para mi sorpresa, Pochi ya no vivía más en esa casa. Se había mudado, me dijo
una señora gorda, que limpiaba la vereda como si fuera una fuente aceitada… con
la misma intensidad y tenacidad. “¿Cómo que Pochi no vive más acá? ¿Y la parra
de quién es?” Pochi siempre fue una aficionada a las plantas y a las historias
bajo la parra, sobre todo esas historias supersticiosas que producen misterio…
esas que se cuentan a fin de año o en festividades religiosas… “La parra ahora
es mía”, dijo la vieja. “Yo la podo cada dos meses y extraigo las uvas maduras
siempre que sea necesario, para hacer vino patero. ¿Querés probar vino patero
de la casa?” y acepté (toma vino). Honestamente, uno de los
mejores vinos que probé en mi vida. Tan consistente, tan borgoña furioso que
mis labios inmediatamente recordaron los villancicos bajo la parra: “Il y a
longtemps que je t’aime jamais je ne t’oublirai”. Ah, porque a Pochi le gustaba
el Francés… todas las historias que contaba y las canciones, las contaba y
cantaba en francés. Tenía una facilidad para transmitir las cosas, aunque fueran
en otro idioma… se hacía entender perfectamente. Obviamente, sólo ella podía
contar como contaba (bebe otro sorbo,
disfruta) Ah… este vino. Y yo ni siquiera sé cómo se llama la actual dueña
de la casa. Ahora volvió a limpiar la vereda. Creo que esta debe ser una de las
pocas casas con vereda del barrio… ¿vivirá sola? Y descubrí que eso no tenía
por qué importarme. En todo caso, yo estaba allí para recordar mi pasado… para
volver el tiempo atrás y reencontrarme con mi esencia, mi verdadera yo, la de
siempre… como no sabía muy bien qué hacer en la casa de Pochi sin Pochi, seguí
caminando. Y caminé.
Cuando, sin haberme
dado cuenta antes, estaba frente al colegio. Ah… casi muero cuando contemplé el
colegio. ¿Cerrado? ¿Completamente cerrado? ¿Qué hay en su lugar ahora? Un
edificio vacío, con ramas y yuyos crecidos, paredes despintadas o escritas con
aerosol, rejas abiertas, rotas, en señal de intentos de vandalismo… sí, porque
cuando cerró, resultó ser tan repentino que hasta las máquinas de la sala de
computación quedaron dentro y, como siempre sucede en estos casos, (irónica) alguno se “aviva” y las roba,
la revende, se hace unos pesos, se compra un televisor nuevo, ¿no? (se sienta en un escalón de la puerta de
entrada al colegio y escribe el piso con una piedrita, ríe y borra) No, no,
jajaj, esto sí es volver el tiempo atrás “¿Gastón y Lali?”, nunca volví a ver a
ese pibe… y me encantaba… ¡los chocolates! Los chocolates con el poema… ¡por
favor! Confieso que no siempre lo entregaba… a veces, con mis amigas, nos
comíamos los chocolates y pensábamos a quién le íbamos a dedicar el mensaje que
contenían… no sé si había dos o tres destinatarios pero seguro que el mío era
el mismo que el de mi amiga. Claro que sí, nos gustaba la misma persona y lo
que era mejor, no competíamos (ríe y casi
llora). (Pausa) Ahora nos sacamos
los ojos por el chico que nos gusta. La primera que lo ve, tiene derecho sobre
las demás y si no, traición o antiley. Y las maestras… sí, la maestra de
primero, la primera señorita del colegio… ¡qué amor! O los retos… no sólo los
de primaria sino los de la adolescencia… ¡fumar en el baño! ¿Es todavía una
travesura o hay cosas más desafiantes en la actualidad? Nosotros, fumábamos en
todos lados: en el baño, en el aula durante el recreo… jaja, como si no pudiera
percibirse el olor a humo… como si los directivos no lo notaran… a veces, una
tiende a subestimar al otro y, en su defecto, se encuentra con sanciones de
tipo “pierden los recreos durante una semana”, ¡lo cual era una tragedia! ¡pero
tragedia en serio! O directamente, te privaban de la clase que te interesaba:
esa era una medida disciplinaria muy progre… posta… pasa que éramos pibes
estudiosos… pero atorrantes. Nos mandábamos una y nos sacaban la materia que
nos daba vuelta la cabeza… genial. En verdad era una pena porque nos quitaba la
posibilidad de lucirnos en nuestra disciplina, por lo tanto, una no podía
exhibir sus cualidades para las ciencias naturales, por ejemplo, ¡Qué
inocentes! ¡No estoy diciendo política, que es realmente provocativa, sino
biología! Tratarnos de tontas… sobrarnos… humillarnos… créanme, no hay nada
peor.
Pero ya sé lo que es
perder… y no me interesa hablar de eso… sólo quiero reencontrarme conmigo
misma… sí… y como el colegio estaba tan vacío y me traía a la mente sólo
momentos de grupo, seguí caminando por el pasado y…
La casa de él.
Pero…
Ah… ya entiendo… mejor
así. Lejos, en el tiempo (tira arena
sobre los pasos caminados y avanza, hacia adelante).
*Entrada que debía publicarse el viernes 17/05. Sabrán disculpar.